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El arte más allá de la pandemia.

Actualizado: 13 jul 2020


Mucho se ha escrito hasta ahora sobre la importancia del arte en estos momentos de pandemia. Las redes sociales de pronto se vieron inundadas de diversas reflexiones sobre la labor del Estado, sobre la situación económica del gremio, y cómo será la nueva realidad a la que nos vamos a enfrentar. A su vez, cientos, si no es que miles de conciertos, obras, exposiciones y conferencias en línea han sido publicados en un esfuerzo por enfocar las mentes y brindar un momento de esparcimiento para todos aquellos que hemos desplazado nuestras vidas a la "Matrix" como principal conexión con el mundo exterior. Y aún así, la gran mayoría de las personas que no se dedican a la actividad artística siguen sin comprender su vital trascendencia, mientras los artistas siguen a la expensa de sus propios medios para sobrevivir.


Esto no es de extrañarnos. El arte no formaba parte de la cotidianidad de la mayoría de las personas, ni en nuestro país ni en la mayor parte del mundo. Años de rezago en la educación, -no sólo de las artes, sino en cualquier materia que invite a la reflexión-, generaron una sociedad de consumidores obedientes que trabajan sin descanso, mientras anhelan la llegada del fin de semana para evadirse de su propia vida. Un gran catálogo está al alcance para esto: desde adicciones de todo tipo (alcohol, cigarro, drogas, sexo, adrenalina o consumismo desbordado), hasta la desconexión de la mente frente a pantallas con múltiples aplicaciones o servicios de TV, a fin de vivir una existencia alterna, lejos de un mundo que se desboca hacia un desastre climático. Mientras tanto, la vida se va, con una carga emocional y problemas sin resolver creciendo exponencialmente en el interior de cada individuo, sólo para explotar algún día contra quien esté a la mano, o a través de una enfermedad que drene lo que el cuerpo ya no puede soportar.


A pesar de que la pandemia ha puesto todo esto en evidencia, esa es la normalidad a la que muchos desean regresar; y es comprensible. El encierro con tus propios demonios puede ser insoportable, sobre todo si te ves obligado a enfrentarlos en la soledad de tu mente. Por si fuera poco, no estamos acostumbrados a reflexionar. El ejercicio de ir más allá de la idea inicial implica un gran esfuerzo y estructura del pensamiento, además de la capacidad de cuestionarnos a nosotros mismos. En lugar de eso, nos conformamos con repetir en automático las ideas que fueron sembradas en nuestro inconsciente, muchas veces desde la infancia. ¿Cómo imaginar, entonces, enfoques diferentes para la vida si nuestra creatividad y sentido crítico han sido secados por el condicionamiento?


No es tan difícil entender como pasó eso. Para la mayoría de la gente, el arte no es sino un pasatiempo elitista que no entienden y no tiene nada que ver con ellos. En otro sector, había sido reducido a un mero entretenimiento, totalmente digerido y sin mayor propuesta, creado sólo para pasar el tiempo y dispersar la mente. Del otro lado de la balanza, una minoría sobre-intelectualizada exponía en museos y escenarios manifestaciones que nadie lograba entender sin una explicación de por medio. No faltó quien quisiera utilizar el arte de forma proselitista o quienes continuamente buscan inventar "el hilo negro", desacreditando el pasado, sin darse cuenta que somos una evolución progresiva a partir de quienes estuvieron antes que nosotros. Y todo esto genera una desconexión entre artistas y espectadores. Pero el concepto de arte que quiero rescatar es aquel que va más allá del ego propio o su valor comercial: aquel que nos reúne socialmente al activar nuestro pensamiento y sensibilidad, reencontrándonos con lo que trasciende el paso de los siglos, la geografía y los oropeles y que es común a todos nosotros.


A través de nuestra historia, miles de creadores han recorrido este trayecto valiéndose de todas las herramientas y expresiones posibles, pasando por la palabra, la música, el movimiento, las formas, los colores, todo tipo de materiales y hasta el cuerpo mismo del artista. A través de su mirada crítica han discernido su entorno, planteando ideas que le dan sentido a la sociedad. Cada vez que la imaginan, ofrecen un cambio de perspectiva sobre la experiencia del ser humano en esta vida. Por eso en momentos de crisis es cuando la actividad artística florece y se expande, porque depura y transforma la mentalidad de los individuos. Es como un espejo caleidoscópico que nos muestra lo mejor y lo peor de nuestra especie, para sublimarlas a través de la empatía.


Pero esto no es un trabajo inmediato, ni rápido. Para empezar, no todo el que realiza estas actividades es un artista; ni todo lo que éste produce es una obra de arte. Hay que entender la naturaleza de nuestra especie, sus anhelos y ambiciones, sus miedos y contradicciones, sus simbolismos, y toda esa información que forma parte de nuestro legado y está impresa en nuestra historia como humanidad. Se requiere un largo proceso de investigación, reflexión y dominio técnico, prueba y error. Es un trabajo que implica tiempo y esfuerzo, donde a través de un lenguaje específico se genera empatía y consciencia. Y, por si fuera poco, se trata de un camino de dos vías, donde es necesaria la participación activa del espectador, el cual también debe refinar su percepción y capacidad de discernir los mensajes codificados en la expresión artística. Por tanto, es un trabajo de apreciación y reflexión colectiva, cuyo beneficio va mucho más allá de la productividad económica y el hedonismo.


De tal suerte, la actividad artística es proceso colectivo y fomentarla es responsabilidad de todos, como un pilar fundamental para el fortalecimiento social y crecimiento humano. Es ahí donde se encuentra la llave para entender, no sólo nuestra historia a través de los siglos, sino como salir adelante de la crisis actual que vivimos, más allá de la pandemia.


En algún momento saldremos de este confinamiento y lo que hayamos entendido en este tiempo cambiará nuestra perspectiva sobre quienes somos, y permitirá reinventarnos. Y más vale que lo hagamos, porque este es sólo el inicio... una pausa de prueba, por llamarlo de alguna manera. Al integrarnos a la nueva normalidad el reloj seguirá avanzando hacia el cambio climático y sus consecuencias harán que esta pandemia parezca unas vacaciones de primavera. La arqueología nos muestra una inmensa cantidad de imperios que en su momento se creyeron invencibles. Esto ha sucedido varias veces y volverá a suceder. Aprender del pasado es la habilidad principal que tenemos como seres humanos para salir adelante en la adversidad; el arte, nuestra herramienta más poderosa para transformar nuestro entorno en el mundo que queremos vivir.


Ragnar Conde

Director de escena, docente y dramaturgo

Ciudad de México, a 18 de mayo de 2020.

 

Ragnar Conde

Director de escena, docente, dramaturgo y guionista ha dirigido más de 150 proyectos de artes escénicas, destacando particularmente en el género operístico. Su trabajo se ha presentado en varias ciudades de la República Mexicana así como en Estados Unidos, España, Francia, Suiza, Italia y Colombia. Fue becado del Merola Opera Program del San Francisco Opera Center en 2011 y recibido los premios Galardón San Benito 2017 en Artes y el Premio Nacional de Arte y Cultura Mil Mentes por México 2018 por su colaboración a la cultura en México. Es becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes a través del programa Mexico en Escena, además de ser Director General y fundador de la compañía de artes escénicas Escenia Ensamble, A. C. donde imparte talleres de formación actoral para cantantes de ópera.

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